La noche me devora. Como devora la carne muerta un león del zoológico. Sin compasión, sin prisa; conocedor de que no necesita ir a buscarla, de que ella le encontrará a el, fiel a su cita. Día tras día. Noche tras noche. Clava sus afilados dientes haciendo presa en mis maltrechos pensamientos dándose un festín hasta bien entrada la madrugada. Mayor es la sangría cuanto más corta es la noche.
Viene ocurriendo desde que tengo uso de razón y no conozco medio de evitarlo. Intentar engañarla colocando otras voces en mi cabeza, musicadas o no, nunca ha resultado un método infalible. La radio no funciona. Se acerca silenciosamente aprovechando oscuridad y silencio, y poco a poco lo envuelve todo. Poco a poco me envuelve. Pulso acelerado, sudor frío, pensamientos vertiginosos y nada festivos, ojos como platos y un sordo "tierra trágame" .
La noche ha llegado. Démosle la bienvenida del mismo modo en que se le da a ese tipo que siempre se presenta sin haber sido invitado. Con frialdad, elegancia y apretando los puños.
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