Pocas cosas debe haber peores que despreciarse a uno mismo, no poder ni ponerse delante de un espejo. literalmente.
Somos dueños de nuestars palabras. Desde el mismo momento en que las pronunciamos o las escribimos, algo nos ata a ellas irremediablemente. No importa que reneguemos de ellas, que nos avergüencen, el tiempo que haya pasado. Que odiemos todo aquello que nos pudo llevar a escribirlo o decirlo, y a nosotros mismos por hacerlo. Da igual. No se pueden borrar. Las dijimos. Las escribimos. Son nuestras para siempre.
Ojalá no vuelva a hacer nunca daño a alguien que me importa por algo que haya hecho o dicho. haga o diga. haré o diré.
Ojalá pudiera dimitir de mí mismo.
Ojalá.
Ojalá llegue pronto un mañana que no amanezca.
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